"LA LEYENDA DE LA ESCALERA DE CARACOL"

En el Primer Libro de los Reyes (VI. 8) dice así: "La entrada que conducía a la cámara del medio estaba situada en el lado derecho del Templo: y tenia acceso por medio de escaleras de caracol a la cámara del medio, y de ésta comunicaba a la tercera." De esta circunstancia los Masones del siglo pasado, adoptaron el símbolo de la escalera de caracol, y lo introdujeron en el grado del Compañero Masón.

Las gradas de la escalera de caracol comienzan en el pórtico del templo; es decir, en la entrada exacta. Además, no hay cosa más indudable en la ciencia del simbolismo Masónico, que el hecho de que el Templo era la personificación del mundo purificado por el Shekinah, o Presencia Divina.

El mundo profano se encuentra fuera del Templo; el mundo del iniciado existe dentro de sus sagrados muros. El penetrar en el Templo; tener acceso al pórtico, el hacerse Masón, así como el nacer en el mundo de la luz Masónica, son sinónimos y términos convertibles. Y así es como da principio el simbolismo de la escalera de caracol.

Desde el momento en que el Aprendiz cruza el pórtico del Templo, ha dado principio a su vida Masónica. Pero el primer grado de la Masonería, así como los misterios inferiores de los sistemas antiguos de iniciación, son únicamente una preparación y purificación para algo superior. El Aprendiz iniciado hace el papel de un niño en la Masonería. Las lecciones que recibe son dadas solamente para purificar su corazón y prepararle para esa iluminación mental que debe otorgarse en los siguientes pasos que deberá dar.

Lo mismo sucede con el Compañero Masón, y como el grado es emblemático de la juventud, por la misma razón es en el que principia su educación intelectual. Por esta razón, aquí, en el lugar preciso en que se separa el pórtico a la entrada del santuario, es el mismo en que termina su juventud y da principio su edad viril, y en cuyo sitio aparece ante sus ojos la espaciosa escalera, que con su presencia lo invita, como en efecto es así, a ascenderla. Esta, como el símbolo de la disciplina e instrucción, le demuestra que ahí debe dar principio su labor Masónica.

Las escaleras dan principio después de que el candidato ha penetrado el dintel del pórtico, que se encuentra entre las columnas de la fuerza y la fundación o estabilidad. Estos son los símbolos significativos que le demuestran, que tan pronto como han pasado los años de la juventud insensata, ha comenzado su etapa de la fuerza y dignidad como hombre. Entonces, la difícil tarea de su mejoramiento es el primer deber que se presenta ante él.

Deberá tener en cuenta que no puede tan solo permanecer, si es que se considera digno de su vocación; su destino como ser inmortal le obliga a ascender, grada por grada, hasta que ha alcanzado la cima, en donde le esperan los tesoros del conocimiento.

El número de estas gradas en todos los sistemas ha sido impar. Vitruvio observa --y la coincidencia es a la menos curiosa-- que en los templos antiguos se ascendía siempre por un número de gradas impar; y asigna como razón, que, comenzando el ascenso con el pié derecho en el descanso, los que asistían a la ceremonia, sabían que al penetrar en el Templo daban el primer paso con el mismo, cosa que era considerada como un pronóstico o augurio fortuito y feliz.

Tengamos en cuenta que el simbolismo de los números fue tomado por los Masones de Pitágoras, en cuyo sistema de filosofía desempeña un papel muy importante, y en el que los números impares se consideraban como más perfectos que los números pares. Por cuya razón, en todo el sistema Masónico, encontramos la preeminencia de los números impares, tales como tres, cinco, siete, nueve, quince, y veintisiete, en el que todos son símbolos importantes; y raras veces encontramos referencia al dos, cuatro, seis, ocho o diez. El número impar de las gradas era en consecuencia designado para simbolizar la idea de perfección, objetivo fundamental que pretende alcanzar el aspirante.

El número particular de las gradas ha variado a través del tiempo.. En tableros hallados y correspondientes al siglo XVIII, en los que se delinean únicamente cinco escalones, así como en otros alcanzan el número de siete. Las lecturas Prestonianas, que se practicaban en Inglaterra desde los principios de este siglo, dan por número total el de treinta y ocho, divididas en series de una, tres, cinco, siete, nueve y once. El error de formar un número par, que fue la violación del principio Pitagórico en los números impares por ser el símbolo de la perfección, fue corregido en los escritos de Hemming, y adoptado en la unión de las dos Grandes Logias de Inglaterra, suprimiendo el número once, el que era también inadmisible por presentar un carácter de origen sectario en toda su interpretación.

En Estados Unidos de América el número fue reducido todavía más, hasta el número de quince, dividido en tres, series de tres, cinco y siete. Se podrá adoptar esta división Americana en la explicación del simbolismo; pues, después de todo, el número particular de las gradas, o el método peculiar de su división en series, no afectará de ningún modo el simbolismo general de toda la leyenda.

El candidato, en el segundo grado de la Masonería, representa al hombre que emprende el viaje de la vida, con el propósito ante todo, de su mejoramiento, lo que debe considerarse como lo más trascendente de su condición masónica. Para la ejecución fiel de esta obligación, hay una recompensa, que consiste en el desarrollo de todas sus facultades intelectuales, es decir, la elevación moral y espiritual de su carácter, y la adquisición de la verdad y la ciencia.

Además, la adquisición moral e intelectual de esta condición, se supone que también es la elevación del carácter, el cambio de una vida inferior a una superior, y el encuentro y realización de las dificultades y trabajos, por medio de una instrucción elemental, hasta el logro del conocimiento fecundo de la ciencia.

Esto se simboliza admirablemente por medio de la escalera de caracol, en cuyo descanso permanece el neófito dispuesto a ascender la escarpada y penosa pendiente, encontrando en su cima "ese jeroglífico radiante que nadie, sino solo el Artífice, ha contemplado jamás," como el emblema de la verdad divina. Y en esto, ha dicho un escritor distinguido que "las gradas, lo mismo que todos los símbolos Masónicos, son ilustrativos de la disciplina y la doctrina, así como de las ciencias naturales, las matemáticas y metafísicas y por lo mismo, nos proporcionan un espacio inmenso para la investigación moral y especulativa."

El candidato, estimulado por el amor de la virtud y el deseo del conocimiento, y por otra parte, ansioso de lograr la recompensa de la verdad que se encuentra a un paso de él, comienza desde luego el penoso ascenso. A cada paso, se detiene con el fin de adquirir instrucción del simbolismo que presentan a su vista estas divisiones, y el que llama su atención.

La primera vez que interrumpe su marcha, se le instruye en la organización singular de la Orden, de la que se ha convertido en su discípulo. Pero la información que adquiere esta vez, si la comprende en su sentido literal, simple y sin disfraz, es infructífera, e indigna de su labor. La posición de los funcionarios que gobiernan, y los nombres de los grados que constituyen la Institución, no pueden proporcionarle ningún conocimiento que no ha sido antes del dominio de él. Por lo mismo, debemos considerar la significación simbólica de estas alusiones, para cualquier valor que pueda atribuirse a esta parte de la ceremonia.

La referencia a la organización de la Institución Masónica se designa con el fin de recordar al aspirante la inserción del hombre en la sociedad, y el desarrollo del estado social que proviene de la grandeza y poder de la naturaleza. De este modo se le recuerda entonces, al principio de su tránsito, de los beneficios que resultan con la civilización, y de los frutos de virtud y ciencia que se obtienen de esa condición. La Masonería misma es el resultado de la civilización; por cuya razón, su existencia ha sido uno de los medios más importantes de diseminar esa condición con el género humano.

Todos los monumentos de la antigüedad que aun se conservan a pesar de la destrucción del tiempo, contribuyen como prueba evidente de que el hombre, tan pronto como saliese del estado salvaje, comenzó con la organización de los misterios religiosos, y como movido por un instinto divino, determinó la separación de las cosas sagradas de las profanas. En el estado de civilización, surgió la invención de la arquitectura como el medio de proveer las habitaciones convenientes y necesarias para la protección contra las inclemencias de los elementos, y variación de las estaciones, así como el conocimiento de todas las artes y sus relaciones con la mecánica; y finalmente la geometría, como la ciencia necesaria para facilitar a los que cultivaron la tierra, los medios de medir y determinar los límites de sus posesiones.

Todas estas cosas se determinan como las características peculiares de una Masonería Ideal, sin embargo, pueden muy bien considerarse como representativas de la civilización, las primeras tienen la misma relación para el mundo profano, del mismo modo que las últimas para el estado salvaje. Y como es natural, vemos la propiedad y resultado del simbolismo, comenzando por el progreso del aspirante, que asciende rápidamente en el cultivo de la ciencia y la investigación de la verdad. Tales circunstancias crean en su mente el entendimiento real de esa condición para la civilización y unión social con la humanidad, como preparación necesarias para obtener estos fines.

Al aludir a los dignatarios de la Logia, así como a los grados de la Masonería como elementos explicativos de la organización de nuestra sociedad, delineamos en nuestro lenguaje simbólico la historia de la organización de la sociedad.

Después, el candidato, al mismo tiempo que adelanta en sus estudios, se le invita a contemplar otra serie de instrucciones. Los sentidos humanos, como son los conductores más apropiados, y por los cuales recibimos nuestras ideas y todas nuestras impresiones, así como la percepción, y los cuales, por la misma razón, constituyen las fuentes más importantes de nuestro entendimiento, se refieren en este caso como el símbolo del desarrollo intelectual. La arquitectura, como una de las artes más importantes que proporcionan el bienestar de la humanidad, se alude también en este caso, no solamente por razón de estar sumamente relacionada con la institución práctica de la Masonería, sino también como la representante de todas las artes útiles. Al detenerse por segunda vez, en el 'ascenso de la escalera de caracol, se le recuerda al aspirante la necesidad de cultivar conocimientos prácticos.

Después, las instrucciones que ha recibido hasta entonces, se refieren a su condición en la sociedad, como miembro de ese gran convenio social, así como los medios de llegar a ser, por medio del conocimiento de las artes de la vida práctica, un miembro necesario y útil para la sociedad.

Su lema será el de alcanzar el lugar "Excelso." Debe proseguir y continuar hacia adelante. Las gradas permanecen aun ante su vista; no se ha llegado aun a la cima, y por lo mismo quedan aun cúmulos de conocimiento que deben investigarse, pues de lo contrario no se obtendrá la recompensa, ni jamás podrá llegar hasta la cámara del medio, que es el sitio donde creemos que se encuentra la verdad.

En su tercera pausa, llega al fin, al punto en donde se le explica el sistema entero de la ciencia humana. Los símbolos, como sabemos, son de por si arbitrarios y de significación convencional. El conocimiento absoluto de la ciencia humana, podría muy bien simbolizarse de la misma manera, por medio de otros signos o serie de doctrinas, del mismo modo que lo hace por medio de las siete artes y ciencias liberales.

Pero la Masonería es la institución más antigua del mundo; y esta selección de las artes y ciencias liberales como símbolo de la realización de la sabiduría humana, es una de las evidencias más fecundas que tenemos de su antigüedad.

Durante el siglo VII, y luego por largo tiempo, todo lo que constituía la instrucción, a la que se limitaba la enseñanza de los colegios más eminentes y de los más distinguidos filósofos, se componía de lo que se llamaba entonces las ciencias y artes liberales, consistía de dos ramas, el trivium y el quadrivium. El trivium incluía la gramática, retórica y lógica; el quadrivium comprendía la aritmética, geometría, música y la astronomía.

"Estas siete eminencias," dice Enfield, se suponía que constituyan toda la ciencia universal. Aquél que era experto en estas materias, era de suponérsele que no necesitaba instructor alguno que le explicase alguno de los libros, o que resolviese cualquiera cuestión que estuviese comprendida dentro de los limites de la razón humana; y en consecuencia, el conocimiento del trivium le proporcionaba la clave de todos los conocimientos y el lenguaje, a la vez que el quadrivium, le revelaba manifiestamente las leyes secretas de la naturaleza."

En la época, dice el mismo escritor, en que había muy pocos instruidos en el trivium, y que muy pocos estudiaban el quadrivium, para ser maestros de ambas era suficiente completar el carácter de filósofo. Por consiguiente, la conveniencia de adoptar las siete artes y ciencias liberales como el símbolo de la realización de los conocimientos humanos, es aparente. El candidato, habiendo llegado a este punto, se supone que ha realizado efectivamente la empresa a que había dado principio, y que habiendo alcanzado el último escalón, se encuentra ahora expedito para aceptar la fertilidad completa de los conocimientos humanos.

Por consiguiente, ya nos hemos enterado, hasta donde ha sido posible de la verdadera significación del simbolismo de la escalera de caracol. Esta, representa el progreso de una inteligencia investigadora, con las penalidades y trabajos del cultivo intelectual y del estudio, así como la adquisición preparatoria de toda la ciencia humana, que es como el paso preliminar hacia la adquisición de la verdad divina, la cual, debe recordarse siempre, se simboliza en la Masonería por la Palabra.

Hagamos alusión a al simbolismo de los números, el que ha sido presentado por primera vez a la consideración del discípulo Masón en la leyenda de las escaleras de caracol. La teoría de los números, así como los símbolos de ciertas cualidades, fueron tomados originalmente por los Masones, de la escuela de Pitágoras. Por lo mismo, será imposible desarrollar esta doctrina, en su entera magnitud, porque el simbolismo numérico de la Masonería constituiría en si, materiales para un amplio estudio.

Será suficiente advertir el hecho, de que, el número total de las gradas, que en el sistema Americano, consta por todo de quince, es un símbolo significativo. Porque, el número quince era el número sagrado entre los Orientales, por la razón de que las letras del nombre sagrado JAH, se encontraban en su valor numérico, equivalente al número quince; y de aquí proviene la cantidad y figura en que se encuentran los nueve dígitos, combinados de tal manera, que hace la cantidad de quince, ya sea que se agreguen entre si, perpendicular, horizontal o diagonalmente, y constituía uno de sus más sagrados talismanes. Así es que, las quince gradas que se encuentran en la escalera de caracol son simbólicos del nombre de Dios.

Pero no es eso todo. Recordemos que se prometió una recompensa por todo este penoso ascenso de la escalera de caracol. Pues, bien, ¿Cuál es el jornal del Masón Especulativo? No es el dinero, no es el maíz, no es el vino, ni tampoco el aceite.. Todas estas cosas son, únicamente símbolos. Su jornal constituye la Verdad, es decir, la aproximación a ella, la cual será la más conveniente al grado en el que ha sido iniciado.

Es uno de los simbolismos más hermosos, pero al mismo tiempo el de sus doctrinas más abstrusas de la ciencia del simbolismo Masónico en las que el Masón debe investigar siempre la verdad, pero que no podrá encontrar jamás. Pues esta verdad divina, que es el objeto de todas sus labores, se simboliza por la palabra, por la cual todos sabemos que puede obtener únicamente un substituto; y ésta, está designada para enseñar la lección necesaria, aunque humillante, de que el conocimiento de la naturaleza de Dios, y la relación del hombre hacia él, cuyo conocimiento constituye la verdad divina, nunca podrá adquirirse en esta vida.

Solamente cuando los portales de la tumba se abren ante nosotros y nos permiten entrar a una vida más perfecta, es cuando obtenemos ese conocimiento. "Feliz el hombre," dice el padre del poema lírico, "que desciende a esta oquedad de la tierra, habiendo contemplado estos misterios; porque conoce el fin, y conoce el origen de la vida."

Es entonces como símbolo, y como símbolo únicamente, es como debemos estudiar esta hermosa leyenda de la escalera de caracol. Si tratamos de adoptarla como hecho histórico, la absurdidad de sus detalles nos causaría asombro, o los juzgaríamos como una bobería, que era objeto de nuestra contemplación, y los hombres sabios se fijarían en nosotros y nos mirarían con desdén y conmiseración, ante nuestra credulidad. Así es que sus inventores no tuvieron el más mínimo deseo de imponérnosla como una satisfacción a nuestras extravagancias, sino al contrario, nos la ofrecieron como un gran mito filosófico; ellos no supusieron por un momento, que nosotros pasaríamos desapercibidas sus enseñanzas morales y sublimes, para aceptar la alegoría como una narración histórica sin significación, irreconciliable enteramente con los datos de las Escrituras, y opuesta por todos los principios de la probabilidad.

El suponer, por ejemplo que ochenta mil trabajadores se pagaban semanalmente dentro de los precintos limitados de las cámaras del Templo, es simplemente suponer una absurdidad. Pero el creer que toda esta representación pintoresca del ascenso por la escala de caracol hasta el lugar en donde se reciben las remuneraciones por los trabajos, era la alegría que nos enseña el ascenso de la inteligencia del lugar de la ignorancia. No cabe duda que por medio de todas las penalidades del estudio y las dificultades para lograr ese conocimiento, recibiendo un poco aquí y más allá otro poco, almacenando siempre algo en la acumulación de nuestros conocimientos e ideas a cada paso que nos es dado avanzar, hasta que, en la cámara del medio de la vida, --en la plenitud perfecta de la virilidad-- se obtiene la recompensa. Y la inteligencia purificada y elevada se reviste con la recompensa de la instrucción de la manera de buscar a Dios y la verdad de Dios; o lo que es lo mismo, creer esto es creer y conocer el verdadero designio de la Masonería Ideal, cuyo único designio la hace digno de los buenos o del estudio de los sabios.

Tengamos en cuenta, en esta leyenda de la escalera de caracol, que si bien sus detalles históricos son estériles, sus símbolos y alegorías son fértiles y de instrucción fecunda.